Consecuencias del maltrato infantil para el neurodesarrollo y su impacto en el entorno escolar

El bebé nace con un sistema nervioso por hacer, pero con un dispositivo básico cuya finalidad es vincularse el adulto encargado de cuidarlo y aprovechar la interacción con él para ir integrando el funcionamiento de sus componentes, de modo que todos ellos participen cuando conviene, según las demandas del entorno, regulando el ánimo, la conducta y la actividad de los sistemas corporales de manera que garantice una buena adaptación y un estado saludable. Las redes neurales que permitirán ese funcionamiento están apenas esbozadas en el nacimiento. Su proliferación se produce automáticamente gracias a un programa genético, pero la poda de esas conexiones, destinada a incrementar su eficiencia; no es algo tan espontáneo, pues depende mucho más de las experiencias ambientales, entre las que tienen una importancia capital las relaciones interpersonales.
Cuando ingresa en el sistema educativo, el cerebro del niño y de la niña ya ha evolucionado durante sus dos o tres primeros años fuera del vientre materno. Si las interacciones con sus figuras de apego le han proporcionado experiencias de seguridad y unos estados emocionales regulados, las redes neurales van adquiriendo un funcionamiento integrado, en el que cada área y núcleo del sistema nervioso contribuye al mantenimiento de un estado físico y psíquico saludable; un funcionamiento que facilitará la adquisición de conocimientos y habilidades, así como la capacidad de autorregulación necesarios para progresar en su desarrollo académico y personal. Por el contrario, cuando los niños y las niñas viven experiencias de abandono o negligencia, o bien sufren interacciones marcadas por el abuso emocional, físico o sexual, se producen alteraciones del neurodesarrollo que reducen las posibilidades de que el sistema nervioso logre un funcionamiento integrado. Todas las formas de maltrato hacen que algunas áreas del cerebro no logren completar su desarrollo, o pierdan capacidad para conectarse con el resto; mientras que otras aumentan tanto su protagonismo y sus conexiones que tienden a dominar la actividad neural haciendo que gobiernen el funcionamiento mental. Un funcionamiento no integrado que perturba la concentración impide el aprendizaje y predispone a los niños/as a situaciones de desregulación conductual y emocional que dificultan la adaptación al entorno escolar.

Autoría: Benito Moraga, Rafael.
Revista de Neuroeducación Vol.4 Núm.1. Julio 2023

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