El apego en el acogimiento familiar, por Jesús Palacios

Jesús Palacios¹ propone en esta conferencia² un viaje al interior de las familias de acogida y de los niños y niñas en acogimiento. Nos habla del vínculo afectivo en la vida cotidiana de estas familias y de los componentes que ayudan a la reparación emocional en las crianzas. En este sentido, sostiene que todo acogimiento debe tener un componente terapéutico y plantea algunas ideas sobre cómo actuar con niños y niñas que tienen problemas de apego. Os dejamos aquí la transcripción, en forma lineal, de la mayor parte de su intervención.

El apego y sus variantes

Recondando a Urie Bronfenbrenner, unos de los padres de la psicología infantil contemporánea, Palacios saca a colación la idea de que para desarrollarse normalmente todo niño necesita que alguien esté loco por él. Cuantas más personas estén locas por él mucho mejor. Los niños tienen esta capacidad para mantener vínculos afectivos profundos con muchas personas, pero es fundamental que al menos una esté loca por él y se lo demuestre activamente, esté siempre disponible, sensible y preparado para responder a sus necesidades.

El apego, tal como lo describió John Bowlby, tiene dos aspectos que son igualmente importantes. Por una parte están las conductas de apego, los comportamientos que vemos, que observamos; por otra los modelos interiorizados, la capa más profunda del apego, que son los pensamientos y los sentimientos que las crianzas van formando con el tiempo a propósito de las personas que cuidan de ella. Puedo confiar o no en ella, me va a dejar solo o me va a abandonar, tengo que tener miedo o puedo tener tranquilidad. Esta cara interna del apego se forma en las primeras relaciones de vinculación y se traslada posteriormente a las siguientes relaciones emocionales. De manera que el modelo interno que desarrolla un niño o niña con su madre va a ser transportado cuando va a la escuela, cuando tiene relaciones con otras personas significativas. Y podremos saber si confiará o tendrá miedo, si se sentira confortable o con angustia ante la proximidad, ante el acercamiento, etc.

El apego inicial no es inmutable pero es resistente al cambio. Está grabado tan profundamente que modificarlo va a requerir un cambio profundo, estable y significativo en las nuevas relaciones. Los modelos internos del apego buscan confirmación en las siguientes relaciones. Esto añade una gran dificultad porque en las nuevas relaciones el niño, niña o adolescente busca reafirmar lo que había ocurrido en las relaciones anteriores.

El apego seguro en un niño o niña surge cuando su cuidador o cuidadores principales se comportan de manera sensible, cálida, acogedora y atenta a sus necesidades. Pero con mucha frecuencia las personas adultas no son tan sensibles, no están tan disponibles, no son tan eficases o son un poco más inseguras, inestables y la crianza desarrolla el apego inseguro.

Tener un apego iseguro no implica tener problemas de salud mental, se puede tener una vida emocional un poco más fragil, inestables, las pérdidas pueden desestabilizar un poco más.

Sin embargo hay un tipo de apego, que está más en el límite entre la salud mental y la falta de salud mental que es el apego desorganizado en la infancia. Estos niños y niñas tuvieron padres caóticos, desorganizados, impredecibles o que extremadamente frios. Pero el apego desorganizado no conduce inevitablemente al deterioro de la salud mental, a graves trastornos de salud mental. Existe la posibilididad de ser capaz después de reconstruir la vida y la salud emocional. Esto no quiere decir que desaparezcan para siempre las consecuencias de ese apego desorganizado, pero sí que se puede vivir una vida emocional normalizada, si se ha tenido la suerte de que se hayan aparecido elementos de protección para permitir esa salud a pesar de las dificultades iniciales.

Finalmente, la situación más indeseable son los llamados apegos patológicos que conllevan una salud mental seriamente comprometida. Estos niiños y niñas con graves traumas emocionales han tenido experiencias muy dolorosas emocionalmente que han producido graves bloqueos emocionales.

Niños y niñas con medidas de protección

Entre los niños y niñas con medidas de protección (adopción, acogimiento familiar o residencial), aproximadamente siete de cada diez tuvieron experiencias inicales muy negativas. La mayor parte de estas relaciones con apego desorganizado, en el límite entre la salud mental y la patología emocional. El acogimiento familiar debe responder a las dificultades emocionales que estos niños y niñas pueden presentar.

Conviene recordar que las crianzas en protección nos son un grupo homogéneo y estar en protección no significa estar emocionalmente enfermo.

Pero no podemos olvidar que un porcentaje muy elevado de estos niños y niñas tienen una vida emocional complicada. Comenzaron con apego desorganizado y han continuado con experiencias negativas de apego en relaciones posteriores en una institucionalización indeseable, inadecuada, o en nuevas figuras de apego que no han sido suficientemente terapéuticas para ayudar a resolver algunos de esos problemas.

Apego en acogimiento familiar: ¿Problema o solución?

Algunas personas, algunos profesionales de la salud mental, se preguntan ¿ Y si se apega a los acogedores, a los cuidadores temporales, qué va a ocurrir? Nuestra respuesta es cuál es la alternativa al apego ¿Alguien piensa que la altenativa a un apego dañado, a una vida emocional perturbada, es la falta de apego, de relaciones emocionales? ¿Cómo es posible? De ninguna manera. Todo lo contrario, el no apego es prácticamente imposible, requiere unas condiciones de privación extremas.

La solución para estos niños y niñas que no tuvieron buenas experiencias iniciales de apego nunca puede ser la falta de apego. La solución tiene que ser apego de la mejor calidad posible

cuanto antes. El apego de alguien que está loco por el niño o niña, que lo quiere locamente. La solución tiene que ser un apego profundo con estas características y, si es posible, cuanto más estable mejor.

Si no es posible asegurar la estabilidad de esos vínculos, porque en acogimiento hay muchas situaciones temporales, al menos asegurar la calidad de las transiciones de un vínculo a otro.

Cuando la calidad de las relaciones emocionales mejoran, cambian positivamente los vínculos en las crianzas. No es un cambio rápido, inmediato, pero van a ir cambiando positivamente.

¿Cómo actuar con niños y niñas que tienen problemas de apego?

En primer lugar, comprender que su vida emocional es más compleja, particularmente cuando están en situaciones angustiosas, en situaciones estresantes. Esta complejidad implica mucha inestabilidad y habrá momentos en los que van a actuar de forma razonable, positiva, estable, predecible, y en otros van a perder el control, van a actuar de una forma más desorganizada, más negativa. Esto ocurre particularmente cuando entran en situaciones de angustia, de pánico. Cuando una situación les produce mucho miedo, angustia o estrés es más probable que su funcionamiento emocional entre en modo de incontrabilidad, desorganización, caos. Y cuando eso ocurre estos niños y niñas se comportan de manera más inmadura y mucho más descontrolada, sufren ellos mismos y causan sufrimiento a las personas que cuindan de ellos.

Otro aspecto que no podemos olvidar es que cuando las cosas comienzan a cambiar gracias a los cuidados emocionales sensibles y afectuosos que está recibiendo. El comportamiento de apego, la capa superficial del apego, cambia mucho antes que la capa más profunda. Los aspectos más profundos tienden a cambiar mucho más lentamente y esto, a veces, nos confunde. Vemos que los niños y niñas están comportándose de modo apego seguro y pensamos que su vida emocional está funcionando en modo apego seguro. Cuando en realidad lo que ocurre es que su comportamiento está cambiando positivamente de forma mucho más rápida que la vida emocional interna que continúa teniendo todavía elementos de inseguridad y fragilidad.

Cómo conseguir la reparación emocional en las crianzas: del círculo vicioso al círculo virtuoso

El círculo vicioso recoge lo que estos niños y niñas no necesitan y si se lo encuentran su herida, su daño emocional, va a ser más intenso y más profundo.

De manera que tenemos a una crianza que desobedece, desafía, insulta, agrede, actúa de una manera muy negativa y un cuidador que piensa: sólo me quiere molestar, solo intenta llamar mi atención, solo quiere controlarme y esto me produce irrritación y me enfada. Por lo tanto, con esta interpretación el comportamiento de la persona que cuida va a ser de enfado, castigo y retirada del cariño.

Lógicamente el niño o la niña que recibe ese comportamiento encuentra confirmados sus modelos internos de apego y piensa: efectivamente no me quiere, no me entiende, siento rabia, siento desesperación y, por lo tanto, voy a actuar de manera desafiante, insultante, agresora. Es un círculo vicioso que se va a ir alimentando pero no es la única manera posible de actuar.

El círculo virtuoso es la manera de actuar que tiende a reparar el daño, a no aprofundizarlo, lo que estos niños y niñas necesitan.

Al principio, el comportamiento del niño o la niña es el mismo, desobediencia, desafíos insultos, agresiones… pero en este caso la persona acogedora sabe interpretar adecuadamente la situación y va a pensar: está otra vez en el bucle, eso no es bueno para él y no es bueno para nosotros, tengo que ayudarle, necesita que le quieran, necesita que le ayuden, necesita que le apoyen. Su respuesta va a ser una expresión de cariño y comprensión. Ese niño o esa niña va a interpretar el comportamiento de la persona acogedora de manera positiva: me está intentado ayudar, siento que me quiere, que se preocupa por mí y me gusta.

Sin embargo, los modelos internos de apego son difíciles de modificar y tienden a la confirmación, esto le lleva a decidir: voy a asegurarme. Voy a desobedecer, a desafiar, a insultar, a agredir.

Solo cuando el acogedor es capaz de mantener el círculo virtuoso, esta dificultad para cambiar va a ir modificándose poco a poco. La tarea no es fácil y los resultados no son siempre inmediatos. Estamos hablando de un esfuerzo importante con estos niños y niñas que necesitan una completa realfabetización emocional.

Aprender de nuevo una lengua con otras reglas, con otro vocabulario y con otra sintaxis es más complejo que aprenderla al principio. Estamos hablando de un trabajo de largo recorrido y de largo esfuerzo.

En el acogimiento familiar no necesitamos héroes, sino personas emocionalmente fuertes que sean capaces de mantener este esfuerzo hasta conseguir los resultados necesarios.

No hay recetas para para conseguir la recuperación emocional de estos niños y niñas, pero conocemos los ingredientes. Conocemos los elementos que tienen que estar presentes para que cada uno prepare la receta que necesita la crianza, con la que se siente cómodo, capaz y competente.

Creedme, el esfuerzo merece la pena.

Cuáles son los componentes del acogimiento terapéutico

¿En qué consite la relacion emocionalmente terapéutica en una familia acogedora?

Necesitamos conocer qué es lo que aprendieron en las relaciones emocionalmente negativas, porque el acompañamiento terapéutico va a consistir en ir contracorriente de los aprendizajes negativos que estos niños y niñas adquirieron en las relaciones con sus cuidadores iniciales.

Lo que ellos habían experimentado en una vida cotidiana desorganizada, caótica e imprevisible era:

  • mucha negligencia, falta de atención, falta de cuidados;
  • malostratos de cualquier tipo
  • que eran culpables,
  • que no valían nada, eran despreciables,
  • que tenían la culpa de todo lo que les estaba ocurriendo.

Los sietes ingredientes que deben estar presentes en las actuaciones emocionalmente reparadoras son los siguientes:

  1. Seguridad, protección, predicibilidad;
  2. demostración de cariño, disponibilidad, sensibilidad;
  3. aceptación y valoración positiva con límites,
  4. cooperación, hacer cosas juntos,
  5. pertenencia,
  6. transiciones positivas, agradables, de una familia a otra, y
  7. autocuidado.

1. En primer lugar, en acogimiento familiar no está permitido ningún comportamineto que pueda ser vivido por la crianza como una experiencia de abandono, maltrato, desprecio, trato inadecuado, negativo, falta de respeto, etc.

Con mucha frecuencia los acogedores van a necesitar poner límites, pero es muy importante que esos límites sean puestos con afecto, diferenciando entre el comportamiento y la persona. Tu comportamiento no es aceptable, pero yo a tí te quiero, pero tú eres valioso, pero tú eres importante para mí, pero vamos a modificarlo juntos. Con ello no estamos lanzando un mensaje destructivo que reafirme que siempre actuan mal, que no tienen remedio. Eso es lo que está estrictamente prohibido en relaciones emocionalmente reparadoras.

Son niños y niñas que necesitan una vida muy organizada, con mucha estructura, pero esto no significa que sea rígida. Es decir, necesitan estructura, orden, rutinas previsibles.

2. El segundo ingrediente es demostración de cariño, disponibilidad y sensibilidad. Muchos de estos niños y niñas antes de llegar a la protección infantil habían aprendido a ser rechazados, insultados, a recibir un cariño no constante e incoherente, condicionado. Habían crecido en un ambiente con muy poca expresión de afecto (con muy poca expresión física, verbal de afecto). Habían aprendido que la relación era fundamentalmente para discutir, para incomodar. Que la única manera de que su vida fuera más predecible era controlando ellos el comportamiento de los cuidadores, imponiéndose a ellos, agrediendo. Habían aprendido el descontrol emocional como manera de estar habitualmente.

Por tanto, qué es lo que necesitan, en qué consiste una relación terapéutica en la familia de acogida.

Queremos acogedores disponibles física y emocionalmente para los niños que estén proximos a ellos, que tengan un lenguaje corporal acogedor, un lenguaje corporal lleno de afectos.

Queremos acogedores que expresen un cariño incondicional también cuando el comportamiento de estos niños sea negativo y, muy particularmente, cuando las crianzas se instalan en este modo de pánico, desorganización, caos, descontrol, amenaza.

Queremos una expresión de afecto que no sea solo física sino también en la actitud, en la manera de estar, en la manera de relacionarse.

Queremos adultos que no se descontrolen con el descontrol infantil. El peor mensaje ante el descontrol infantil es el de un adulto que se descontrola, se pone a la altura del niño descontrolado y , por tanto, lo que queremos son adultos que sean capaces de mantener el control enfrente del niño, capaces de mantener la estabilidad en medio de la inestabilidad.

3. El tercer ingrediente es aceptación y valoración positiva, con límites. Los aprendizajes previos han sido, no valgo nada, la culpa de lo que me pasa es mía, todo lo hago mal. Este es un aprendizaje muy frecuente en estos niños y niñas. Habían vivido en ambientes en los que practicamente no había límites o todo estaba prohibido, o los límites variaban en fución de las necesidades adultas. Habían aprendido esta falta de coherencia en medio de unos comportamientos sin explicación.

Por tanto, estos niños y niñas necesitan ser elogiados, valorados, necesitan ser reconocidos aceptando los retrocedos. Aceptando que de pronto lo que parecía haberse conseguido vuelve a estar mal, que hay que empezar de nuevo, que hay que continuar trabajando en la buena dirección.

Unas de las caracteristicas de los acogedores terapéuticos es que son capaces de trabajar por objetivos a medio y largo plazo disfrutando de pequeños avances y aceptando los retrocesos y las dificultades. Estimular al niño, alabar sus conquistas por muy pequeñas que hayan sido, promover en la vida cotidiana actividades en las que ellos tienen un buen desempeño, en las que lo hacen bien para crear más oportunidades de expresar admiración son algunas de sus funciones terapéuticas.

Estos niños y niñas van a necesitar un ambiente muy organizado, muy estructurado y con límites claros. Límites que estén puestos en función de la convivencia, en función de las necesidades infantiles y también en función de las legítimas necesidades que los adultos pueden tener. Límites razonables, sanciones razonables, con mucha explicación. Sin cansarse de explicarlo una y otra vez, porque realfabetizar exige mucha insistencia, mucha persistencia, mucha reiteración.

4. El cuarto ingrediente es cooperación, hacer cosa juntos.

Las experiencias que ellos han tenido son mucho tiempo solos sin supervisión adulta. La presencia adulta vivida solo como control negativo. Con falta de orientación, con falta de guía, con falta de ayuda. Por tanto, necesitan aprender a pasar tiempo cotidiano, significativo juntos.

Habrán oido decir que en la relación padres e hijos lo que importan es la calidad, no la cantidad de tiempo que pasan juntos. Es mentira, no es posible una buena calidad si no hay suficiente cantidad. Y en caso de estos niños y niñas frágiles, vulnerables, es más importante todavía pasar tiempo significativo con ellos. No necesitan una presencia a distancia, necesitan una presencia mucho más continuada, constante, e inmediata. Una presencia no solo centrada en aspectos poco agradables como son los deberes o las tareas escolares, que es a veces el único espacio de encuentro. Necesitan tiempo cotidiano significativo en la vida diaria pero también en actividades especiales, como salir a pasear, algo especial el fin de semana…. Necesitan variedad de situaciones porque muchos de estos niños y niñas tienen una experiencia muy limitada de la vida cotidiana, normalizada y, por tanto, necesitan una exposición a una gran variedad de situaciones. Van a necesitar mucho andamiaje, un adulto que al principio lo haga casi todo por el niño pero que, poco a poco, vaya consiguiendo que el niño adquiera un nivel de autonomía un poco mayor en sus actividades.

5. Pertenencia. Aprendizajes previos que con mucha frecuencia han hecho estos niños y niñas: fronteras familiares completamnete difusas. Una gran destructuración familiar. Muchos de estos niños casi no saben quién es quién. Hay personas que entran y salen, que están pero que luego no están, que se marchán. Una gran desestructuración familiar. Y por tanto qué es lo que necesitan aprender. Necesitan que su llegada esté bien preparada. Necesitan ser recibidos correctamente, con cariño, con sensibilidad, con explicaciones. No se puede cambiar a una acrianza de casa como se cambia un mueble. Necesitan preparación, acompañamiento, necesitan ayuda en esa transición. Necesitan sentirse bienvenidos en la nueva familia, necesitan que se les explique cuáles son las rutinas familiares, cuáles son las cosas que se esperan de él. Necesitan que se respete su pertencia a la familia de origen y que se dé una imagen no negativa, no destructiva de su familia de origen. Y necesitan también que pertenecen a la familia acogedora, que son miembros de la familia extensa. Muchos de estos chicos tienen la suerte de tener hermanos y hermanas acogedores con los que van a establecer una relación muy especial. Necesitan respeto por la familia de origen, ayuda, acompñamiento con ocasión de las, a veces difíciles, visitas y contactos con su familia de origen.

6. Necesitan transiciones positivas, agradables, de una familia a otra. Anteriormente tuvierron separaciones traumáticas, sin preparación, sin acompañamiento. Han aprendido que los adultos abandonan: Siempre me abandonan y no puedo confiar en ninguno. Y por tanto necesitan hacer un aprendizaje nuevo, necesitan que las transiciones sean cuidadosamente mimadas, preparadas. Necesitan recibir mensajes positivos sobre la familia a la cual van a ir. Necesitan recibir mensajes que aseguren un sentimiento de continuidad. Que debe ser facilitado con algunas medidas. Deben de tener un libro de historia de vida que les acompañe, que garantice la continuidad en medio de los muchos cambios que hay en su vida. Deben poder llevarse algún objeto especialmente importante para ellos, lo que llamamos objetos transicionales que le va a recordar el olor, la textura de la familia con la que estuvo anteriormente. Una transición agradable significa que, si es posible, las dos familias deben encontrarse. Significa que se deben organizar rituales agradables, positivos, memorables. Rituales de acompañamiento, rituales de despedida con mucho afecto, con mucho mensaje positivo, con mucha esperanza, si es posible. Necesitan algún tipo de contacto después del acogimiento, a veces contacto directo, a veces indirecto: fotografías, llamadas por teléfono, cartas, estar presentes en los cumpleaños, en Navidad. En definitiva, necesitan un sentimiento de continuidad entre la vida anterior y la nueva.

7. El último ingrediente es el autocuidado. El acogimiento familiar puede ser emocionalmente muy exigente para los acogedores y acogedoras. Nadar contracorriente cansa mucho, necesita un gran esfuerzo y realfabetizar a estos niños y niñas requiere nadar contracorriente la mayor parte del tiempo.

Es normal que las personas acogedoras cometan errores, no siempre lo van a hacer bien. Perfecto, bienvenidos los errores. No hay que ser perfectos, es imposible ser perfecto. Lo que hay que intentar es no equivocarse todo el tiempo, saber percibir cuando uno se ha equivocado y cómo cambiar hacia un comportamiento más positivo, más terapéutico.

Queremos acogedores con capacidad para disfrutar de los pequeños, cerebrar los pequeños avances y aceptar los retrocesos. Disfrutar de la experiencia de querer bien y ser querido. Y es imprescindible que los acogedores encuentren momentos para el descanso y para ellos mismos.

Con mucha frecuencia van a necesitar apoyos porque están haciendo una tarea titánica, una tarea que supone un gran esfuerzo. La mayor parte de las veces van a encontrar ese apoyo dentro de la familia y siempre que lo necesiten beberían encontrar apoyo de los profesionales.

Es bueno que estos sietes ingrediente estén presentes, pero no son una receta y pueden ser controdados a voluntad, personalizados en función de las necesidades y caracteríticas de las crianzas, pero es importante recordar algunas cosas. Cada acogido va a necesitar algo más de alguno de estos ingredientes y algo menos de del resto. Pero también para algunos de los acogedores algunos ingredientes van a ser más fáciles, más espontáneos, y otros serán más difíciles, más cansados.

Naturalmente en cada situación hay que variar los ingredientes. No es lo mismo la llegada que la salida, hay niños que al principio no buscan mucha proximidad física y, por tanto, hay que respetarlos. Y hay que hacer que la proximidad física vaya incrementándose poco a poco. Por tanto cada momento de la relación va a hacer que los ingredientes se manejen de una manera o de otra.

Además, las crianzas en acogimiento van redes de cuidado y afecto. Van a necesitar que en la familia extensa, en la escuela, en otras relaciones con los profesionales, encuentren también algunos de estos ingredientes.

El apego no solo está presente en la relación con los acogedores, algunos de sus ingredientes tienen que estar también presente en mensajes de protección, de apoyo y de cariño que deben repetirse, cuanto más mejor, en las distintas relaciones que estos niños y niñas tienen. Las redes terapéuticas garantizan mucho mejor la realfabetización emocional, la recuperación emocional. Mucho mejor que el trabajo aislado de la familia acogedora. Los acogedores pueden conseguir mucho pero no pueden estar solos. Y en los niños y niñas con graves patologías del apego será necesario un trabajo profesional terapéutico. Es equivocado pensar que cuando las patologías de la crianza se deben a relaciones anómalas es suficiente con ponerlos en relaciones positivas para que las patologías desaparezcan. Cuando las patologías son graves, además de relaciones familiares terapéuticas, va a necesitar relaciones profesionales terapéuticas. No es suficiente con lo que van a encontrar en la vida familiar.

La idea final es muy simple, los niños, niñas ya dolescentes acogidos deben salir de la familia acogedora emocionalmente mejor de lo que llegaron, lo más realfabetizados emocionalmente posible. Mejor de lo que llegaron en sus comportamientos, en sus conductas de apego, pero también en la forma en que se ven a sí mismo y en la forma en que ven a los demás, en la forma en las que ven y entienden las relaciones. Si el acogimiento familiar consigue este objetivo el esfuerzo habrá valido la pena para todos los implicados y muy particularmente para las crianzas.

¹ Jesús Palacios González es catedrático de Psicología Evolutiva de la Universidad de Sevilla y experto  investigador en las áreas de adopción y acogimiento familiar. 
² Palacios, J. Los vínculos afectivos en la vida cotidiana. https://www.youtube.com/watch?v=1uUx_y7KqcQ Instituto Geração Amanhã, 20 de octubre de 2019.

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