Hablamos con Charo Blanco, psicóloga y terapeuta infantil especializada en traumaterapia sistémica infantojuvenil, acerca de los principales desafíos en el acogimiento familiar y la adopción, el desajuste entre expectativas y realidades, de nuestra propia historia de vida, así como de los efectos del trauma complejo en los niños y las niñas del sistema de protección: su modelo interno de trabajo, la disociación, los disparadores emocionales y sus dificultades en el entorno escolar. Compartimos algunos extractos del podcast :
Los niños y niñas que vienen del sistema de protección no han nacido en un entorno de seguridad por ello la terapeuta nos recuerda que nuestra motivación debe de estar centrada en sus necesidades.
Nuestra infancia, las vivencias y las personas que dejan huellas en nosotros, moldean nuestras relaciones. Blanco nos invita a reflexionar sobre cómo han sido nuestras primeras relaciones en la infancia, cómo han sido cubiertas nuestras necesidades» y cómo influye en nuestro estilo de crianza. Si nuestro estilo de apego no es todo lo sano que pensábamos, en la inmensa mayoría de los casos es reparable
La experta señala cómo las personas adultas tenemos la capacidad de modificar los patrones de los diferentes estilos de apego inseguro que tengamos: «Si nuestro estilo de apego no es todo lo sano que pensábamos, en la inmensa mayoría de los casos es reparable».
Siguiendo en la línea de las secuelas de la adversidad temprana, la terapeuta explica cómo se manifiesta el trauma en el «modelo de trabajo interno», la representación del modo de estar en el mundo tiene que ver con cómo hemos integrado la representación de nosotros mismos. Su mensaje es claro: la mayoría de estos niños y niñas han integrado una representación muy negativa de sí mismo. Están convencidos de que no son merecedores de amor, además de una percepción de incapacidad para gestionar los retos diarios. Han integrado esta visión negativa de sí mismo de una manera tan profunda porque no han sido protegidos.
El trauma complejo mantiene al niño en modo supervivencia
El niño o niña que está viviendo una situación traumática mantenida en el tiempo se siente totalmente desprotegidos pero además siente que está en peligro. Estas experiencias traumáticas comprometen la integridad física y psicológica de niños y niñas. Así lo señala Blanco, «el trauma complejo mantiene al niño en modo supervivencia». Este tipo de trauma se denomina trauma relacional temprano o trauma complejo porque las personas de referencia, las personas de apego primario, principalmente sus padres y madres, son los que les han causado el daño. Estos niños y niñas tienen muchas dificultades para controlar sus impulsos, tienen distorsionada la percepción de sí mismo, no confian en sus propios recursos y además tienen muy afectada las relaciones interpersonales.
Nos explica qué es el trauma del desarrollo, una categoría diagnóstica propuesta por el psiquiatra e investigador Bessel Van Der Kolk con el fin de aunar todos los diagnósticos de un niño o niña que ha sufrido trauma complejo pero que comprome todas las áreas psíquicas y físicas.
La falta de cuidados en los primeros años puede generar mecanismos de defensa que, muchas veces, bloquean el sufrimiento físico y emocional que se manifiestan en la disociación. El niño o niña puede revivir la misma sensación de amenaza que vivió antes y sus reacciones son las mismas que se gestaron en la situación traumática. «Cuando el niño no recuerda algo y por sus gestos y por su conducta vemos que no lo recuerda, ese es el paradigma de la disociación», señala Blanco.
Los disparadores emocionales son señales de humo que la memoria traumática manda, relacionadas con el trauma en sí
Blanco nos ayuda a las familias a diferenciar los disparadores emocionales, fruto de la disociación, de las mentiras y otras conductas disruptivas que pueden manifestar nuestros hijos o hijas. Los disparadores emocionales son «señales de humo que la memoria traumática manda, relacionadas con el trauma en sí. Cuando hablo de disparadores de humo es porque se manisfiestan de muy diferentes forma en niños y niñas que han sufrido un trauma complejo». Estos disparadores generan reacciones emocionales desproporcionadas de manera automática. Y aunque a veces no es fácil diferenciar los disparadores emocionales, existen señales inequívocas cuando en un momento determinado y sin causa aparente el niño o niña se desregula por completo, tiene un cambio brusco de comportamiento, responde manera desproporcionada, no recuerda o manifiesta diferentes personalidades. En estos casos no hay duda de que el niño o niña está fuera de control, una manifestación de que «su cerebro está secuestrado por el trauma», hay algo que está llevando al niño a otro momento, a otra vivencia.
Por último, la experta describe las manifestaciones del trauma relacional en el entorno escolar. Lo más perceptible son las dificultades que estos niños y niñas manifiestan en las funciones ejecutivas, una serie de capacidades cognitivas que le permite centrar, pensar, reflexionar, planificar y responder acorde a una situación.
