Conocer, ordenar y dar sentido al pasado

El testimonio del niño o la niña es la principal fuente de información y el punto de partida del trabajo de historia de vida. Y lo es porque es esencial conocer qué sabe él o ella de su propia historia y, más importante aún, cómo la percibe y qué relato ha elaborado en torno a los acontecimientos de su vida. A partir de sus experiencias y recuerdos, la familia acogedora emprenderá junto al niño o niña acogido este camino intentando identificar y secuenciar los acontecimientos más relevantes de la vida del niño o de la niña apoyándose en el uso de técnicas como, por ejemplo, el flujograma.

Cuando no conozca o no recuerden su historia personal, el trabajo de historia de vida servirá para compartir con el niño o la niña la documentación, las fotografías, las cartas, las impresiones…y todo aquel material del que dispongamos que pueda ayudar a reconstruir los hitos fundamentales de su vida hasta el momento presente. El uso de documentación oficial como la partida de nacimiento u otra documentación donde se pueda leer el lugar y la fecha de nacimiento, el nombre de sus progenitores, etc., puede servir de ayuda para completar la información requerida al inicio del libro de vida.

Para inicar el trabajo de historia de vida es necesario:

  1. Que la persona adulta encargada del trabajo de historia de vida conozca los acontecimientos y los datos más significativos del pasado en su secuencia cronológica.
  2. Que el niño o niña esté motivado e interesado por conocer estos hechos.
  3. Dedicar un espacio y un tiempo a compartir las experiencias del pasado utilizando recursos
    como el libro de vida, el flujograma u otros.
  4. Un clima de entendimiento y confianza mutua que permita compartir actividades y recuerdos
    en torno a la historia del niño o de la niña.

Los niños y las niñas deben tener acceso a la información necesaria y ajustada a su nivel de comprensión a lo largo del trabajo de historia de vida para entender lo que les está ocurriendo. No se trata sólo de informar sino de contrastar y completar su propia visión para ayudarles a construir un relato coherente de su historia, repasando juntos el orden cronológico de los acontecimientos de su vida pasada, ayudándoles a analizar las razones por las que ocurrieron los hechos y animándoles a extraer sus propias conclusiones.

En esta reconstrucción juega un papel muy importante la relación que el niño o la niña mantenga con sus progenitores, la intensidad emocional de las experiencias vividas con anterioridad al acogimiento, su edad al ser separado de su familia y también su edad en el momento de iniciar el trabajo de historia de vida.

En todo este proceso, la persona encargada del trabajo de historia de vida juega un papel muy importante, ya que debe acompañar al niño o la niña en la elaboración de esta secuencia de acontecimientos partiendo del conocimiento y la visión que él o ella tiene de su propia historia sin desautorizarla ni desvalorizarla.

Además, la elaboración de este relato personal es un proceso que debe ser actualizado en el momento de la llegada al acogimiento, en la fase de adaptación inicial y a lo largo de la infancia en función de las necesidades del niño o de la niña y el eventual cambio de sus circunstancias personales y/o familiares.

Momentos en la compresión del acogimiento y su historia personal

Hasta los 5 ó 6 años

  • Comprensión limitada de lo que significa el acogimiento.
  • En ocasiones pueden mostrar un interés superficial por el acogimiento.
  • La información sobre su historia la vive como una anécdota sin especial conexión con lo que siente de sí mismo/a.
  • El niño o niña vincula las conversaciones sobre su historia a momentos de intimidad.

Es necesario reiterar que tienen unos padres y que la familia acogedora se ocuparán de él/ella el tiempo que sea preciso.
Sería recomendable que los niños y las niñas oyeran hablar de manera natural sobre el acogimiento y lo que significa. Y también acerca del rol que corresponde a cada persona: familia biológica, familia acogedora, profesionales…

Entre los 7 y los 12 años

  • Aumenta la capacidad intelectual del niño o la niña
  • Distinguen entre las situaciones de acogimiento y su familia de origen.
  • Empiezan a entender que si viven en un centro o en una familia acogedora es porque su familia biológica no le podía cuidar y ello puede provocarles el surgimiento de sentimientos de pérdida, de abandono y dudas.
  • Con el aumento de la capacidad intelectual, el niño o la niña comienza a sentir la necesidad de profundizar en las circunstancias que le llevaron al acogimiento. Se plantean preguntas como “¿Por qué no se quedaron conmigo? ¿no me querían lo suficiente? ¿a quién me pareceré?”.
  • Algunos niños y niñas pueden experimentar temor y preocupación a que se produzca una nueva ruptura y los/las profesionales y familia acogedora les dejen nuevamente abandonados.

Es aconsejable en estos momentos crear un clima fundamentado en el amor y en la confianza, para hacerles sentir seguros y minimizar los sentimientos de abandono.

Adolescencia

Uno de los logros principales de esta etapa tiene que ver con la construcción de la identidad. En esta etapa, los niños y niñas adolescentes prefieren compartir su mundo emocional e identitario con su grupo de iguales, aunque siguen necesitando el apoyo de sus adultos de referencia (educadores/as, acogedores o padres).

  • Aparecen interrogantes relacionados con la identidad y se plantean cuestiones como: ¿cómo podría haber sido mi vida si…? ¿qué pasaría si un día volviera a ver a mi madre? La manera en que los niños y niñas adolescentes se plantean y experimentan estos interrogantes está influida por su carácter y su personalidad, así como por las experiencias vividas a lo largo de su historia, la calidad de los vínculos que actualmente tienen con las personas que se ocupan de ellos y también las relaciones que mantienen con entorno social y de amistades.

Algunos adolescentes que no conocen a sus padres, no mantienen contactos con ellos o no tienen información
suficiente sobre su historia personal, pueden sentir la necesidad de iniciar una búsqueda activa de sus orígenes con la finalidad de completar aquellos elementos que necesitan encajar en su relato personal para acabar de forjar su identidad.

Es recomendable que se exploren las ideas que poseen invitándoles al diálogo para que expresen sus sentimientos cada vez que lo necesiten.

Mirando hacia el futuro

Desde el punto de vista del trabajo de historia de vida, lo más importante es abordar lo que sienta y experimente el niño o la niña en relación con el destino previsto en su plan de intervención y también durante el proceso de acoplamiento a la nueva medida.

Y todo ello con la ayuda de diferentes actividades y de manera que quede registrado mediante notas, escritos, imágenes o cualquier otro procedimiento en su libro de vida.

Hablar sobre el plan de intervención

Preparar el retorno con la familia biológica

Preparar la transición a un acogimiento familiar

Preparar la transición a un acogimiento residencial

Preparar la transición a la adopción

Desde el presente al pasado

Uno de los objetivos fundamentales del trabajo de historia de vida es acompañar al niño o la niña en un viaje hacia el pasado que dé continuidad a su relato personal y le ayude a entender por qué está en acogimiento. Para emprender este viaje, primero hay que empezar por conocer, ordenar y secuenciar la información disponible sobre su historia para después compartirla con el niño o la niña utilizando para ello recursos habituales como el libro de vida o algunas

técnicas como el flujograma, el ecomapa o el cofre del tesoro. Pero el trabajo de historia de vida también es un espacio de encuentro en el que los niños y las niñas acogidos podrán expresar sus sentimientos y afrontar positivamente las pérdidas, intentar dar sentido a los cambios de su vida y mejorar su adaptación a las nuevas rutinas y normas de centros o familias.

Conocer, ordenar y dar sentido al pasado

Sentimientos de pérdida

Reacciones ante el acogimiento

Forjando las relaciones

Además de recoger y ordenar la información relativa al niño o la niña y guardar registro documental y gráfico de los primeros momentos de su llegada al acogimiento, para que el trabajo de historia de vida pueda realizarse de manera efectiva es necesario programar unas sesiones de trabajo individual y directo con el niño o la niña donde se podrán en práctica las técnicas y recursos
de esta guía.

Es fundamental también que en estas sesiones vaya generándose poco a poco una corriente de confianza entre el niño o la niña y la persona acogedora a través de un contacto cálido, estable y predecible.

El momento más apropiado para iniciar estos contactos individuales y directos depende de cada caso y de cada situación concreta. Aunque lo más recomendable es empezar cuanto antes, no hay una regla que se pueda aplicar a todos los niños y las niñas y las familias.

Antes de empezar es imprescindible evaluar la situación inicial del niño o la niña y valorar si se encuentra receptivo y en condiciones de participar en estos encuentros o si debería esperarse un poco más.

Para iniciar las sesiones del trabajo de historia de vida hay que contar con la motivación y la participación activa del niño o la niña. Para ello, es importante informarle sobre lo que se va a hacer, animarle a participar y expresarle la importancia de este momento del proceso de acogimiento. Una manera de hacerlo es, por ejemplo, tomando decisiones con el niño o niña, pidiéndole su opinión acerca del momento de comienzo de los encuentros y dándole la debida relevancia a su criterio.

Crear una dinámica de encuentros

Para que el trabajo de historia de vida sea efectivo tiene que convertirse en una experiencia estable y predecible en la vida de los niños y niñas. Antes de iniciar estos encuentros es conveniente realizar una adecuada planificación previa. Para ello, tendremos en cuenta los objetivos que queremos conseguir con cada niño o la niña, los obstáculos que podemos encontrar y las necesidades y las características del niño o la niña.

A continuación, presentamos una propuesta orientativa teniendo en cuenta que cada familia podrá adaptarlas a sus circunstancias. Entre los principales elementos que debemos considerar en la planificación de las sesiones están su frecuencia, su duración y la elección del lugar donde se va a trabajar, la disponibilidad de niños, niñas y adultos y la preparación de material que vamos a usar.

Frecuencia

Es recomendable que entre sesión y sesión no haya un espacio temporal demasiado amplio. Este es un parámetro que puede variar en función de las circunstancias de cada caso y de la edad del niño o de la niña:

  • De los 3 a los 6-7 años, los encuentros deberán ser más frecuentes (2 ó incluso 3 sesiones a la semana), para evitar el olvido y dar continuidad al trabajo con la sesión anterior.
  • De 7-8 años las sesiones podrán espaciarse más en el tiempo (1 a la semana o incluso 1 cada 10 días), pues a estas edades han adquirido mayores capacidades intelectuales y de memoria que nos permiten distanciar los encuentros.

De todas formas, puede ser que algunos niños o niñas necesiten durante un tiempo una frecuencia más intensa y continua debido a su alta motivación o a su nivel de implicación emocional o, por el contrario, que necesiten un descanso o un respiro en un momento determinado antes de seguir con el trabajo.

Por lo tanto, lo más importante es ser flexibles y adaptarnos a las necesidades y circunstancias de cada niño o niña a lo largo del trabajo de historia de vida.

Duración

Lo ideal es establecer un tiempo específico para cada sesión en torno a una hora de duración, aunque también en esto conviene ser flexible y adaptarse a las necesidades de cada caso y cada momento a lo largo del trabajo de historia de vida. En algunos casos, aunque se haya cumplido la hora prevista, puede no ser conveniente finalizar la sesión de manera precipitada
cuando se están tratando aspectos relevantes para el niño o niña. En todo caso, la duración de las sesiones va a depender de una serie de factores como la edad del niño o niña, su motivación y su concentración durante las sesiones y el tiempo disponible tanto por parte del niño o niña como por parte de la persona acogedora

En función de la edad, la duración de las sesiones puede variar:

  • De los 3 a los 6-7 años, los encuentros podrán tener una duración menor para mantener su concentración y evitar el cansancio y la distracción.
  • De 7 a 8 años, debido al desarrollo de la atención y la memoria, así como el aumento capacidades para el procesamiento de la información, las sesiones podrán prolongarse durante más tiempo.

Explicando al niño o a la niña en qué consiste lo que vamos a hacer y animándolo a contribuir activamente, lo normal es que participe motivado y de buen grado en estas sesiones. Su interés y su motivación por la actividad pueden variar a lo largo de la sesión
y a lo largo de trabajo de historia de vida. Por ello, conviene no cansar a los niños y las niñas y tratar de mantener su interés y su motivación alternando actividades y contenidos. Lo que en ningún caso se podrá hacer es forzarlos, ya que obligarlos puede provocar el rechazo del niño o la niña a estos encuentros.

Debemos tener presente que cada niño o niña es diferente como lo son también sus circunstancias. Podemos encontrarnos con niños y niñas que necesiten sesiones más largas en determinados momentos o que necesiten sesiones más cortas para irse acostumbrando poco a poco a esta dinámica de trabajo.

La clave es la flexibilidad y la capacidad para adaptarnos a las necesidades y circunstancias de cada niño o niña a lo largo del trabajo de historia de vida.

Lugar

En la casa de la familia acogedora debería realizarse en un lugar donde el niño o la niña se sienta cómodo: su habitación, una salita,…

Lo importante es que sea un espacio amplio, con buena luminosidad y temperatura, con un mobiliario adecuado como mesas y sillas donde poder realizar las actividades y en donde, eventualmente, se pueda jugar o trabajar en el suelo. Debe tratarse de un lugar tranquilo donde no existan interferencias que alteren el desarrollo del trabajo de historia de vida.

En el caso de los niños y las niñas más mayores también cabe la posibilidad de hacer el trabajo de historia de vida fuera de este espacio siempre que desee conocer personalmente o volver a estar en determinados lugares que tienen un especial significado en su historia. En estos
casos, se pueden programar vistas y recorridos por estos lugares y recoger impresiones y hacer fotos que luego podrán ser incorporadas al libro de vida.

Materiales

El material más comúnmente utilizado en las sesiones es el que habitualmente se conoce como material escolar: lápices, rotuladores, papel y cartulina, pegamento y tijeras, etc. Para hacer algunas actividades puede ser necesario tener preparadas fotos, así como otros documentos u objetos. En la planificación de las sesiones conviene incluir el material que vamos a usar en cada una de ellas a fin de tenerlo preparado cuando vayamos a trabajar con los niños y las niñas.

El principal recurso para abordar el trabajo de historia de vida es el libro de vida. Por lo tanto, en la primera sesión, además de presentarnos y aprovechar para conocernos mejor, podremos empezar por personalizar el libro de vida y plasmar en él los datos de identificación y de nacimiento del niño o de la niña, tanto en el caso de que nos decidamos por crear nuestro propio libro de vida como si usamos Viaje a mi historia, el libro de vida que se facilita con el pack de acogida.

Disponibilidad de tiempo

  • Los niños y niñas son los principales protagonistas de este trabajo de historia de vida y las personas acogedoras deben ajustar el horario de las sesiones a la disponibilidad de tiempo de los niños y las niñas. A partir de los 3 años, todos asisten al colegio, por lo que por las mañanas no será posible desarrollar este tipo de intervención. Además, hay que respetar el horario de realización de las tareas escolares y de juego.
  • Las familias acogedoras, en cambio, tienen más flexibilidad a la hora de llevar a cabo las sesiones. Por ejemplo, los fines de semana ofrecen una buena oportunidad para que se produzcan estos momentos de encuentro sin prisas, ya que ambos pueden estar más tranquilos y relajados. Sin embargo, hay que estar atentos puesto que la mayor flexibilidad puede hacer que la frecuencia de encuentros se torne inconsistente e impredecible debido a la dificultad de encajar la actividad en los ritmos internos y sociales de la familia.