Cuestiones clave en el trabajo de historia de vida

  • Intentar evitar estereotipos (clichés) cuando nos acercamos al niño o la niña por primera vez. Aunque se puede comenzar con preguntas del tipo ¿te gusta el colegio? o ¿en qué curso/clase estás?, a veces es preferible comenzar con bromas sobre quién es el educador/a o la familia acogedora o lo ilusionado que estás de conocerlo o conocerla. Por ejemplo: “Tenía ganas de conocerte y la verdad es que me está gustando mucho hablar contigo…”.
  • Ser conscientes que nos puede costar aceptar algunos aspectos negativos o episodios difíciles de la historia familiar y de la vida del niño o la niña.
  • Ser conscientes de que el niño o la niña puede tener recuerdos dolorosos o heridas que pueden dificultar la expresión de sus sentimientos o deseos.
  • No crear en el niño o la niña expectativas futuras inciertas o cuya resolución esté demasiado distante en el tiempo acerca de los trayectos de protección, el mantenimiento o no de los contactos con los familiares, etc.
  • Cada niño o niña tiene una historia y unas vivencias que son personales e intransferibles por lo que siempre necesitarán un abordaje personalizado.
  • Es aconsejable trabajar la historia del niño o niña a través de los aspectos positivos o que le hagan sentirse seguro/a.
  • Para intentar comprender al niño o a la niña, debemos averiguar primero cómo se explica a sí mismo quién es él o ella y cómo entiende su propia situación.
  • La familia acogedora debe convertirse en un interlocutor regular y predecible para el niño o la niña. Debemos cumplir lo que prometemos.
  • Estar atentos a las verbalizaciones del niño o la niña sobre sus preferencias, pues nos pueden servir para apoyarnos en ellas para planificar y llevar a cabo actividades que se adapten a sus gustos y afinidades.
  • A ser posible, tratar de abordar la historia completa del niño o niña haciéndole protagonista.

El ecomapa

Se trata de mostrar a los niños o las niñas un dibujo que representa a un niño o una niña en el centro rodeado de los lugares (casas, colegio, centro de acogida, etc.), las personas (padres madres, hermanos/as, amigos/as, profesionales, etc.) y los diferentes elementos que forman parte de su vida (preocupaciones, sueños, sentimientos, etc.) y que son relevantes para él o ella en un momento determinado de su vida, por ejemplo, en la llegada a un centro o a una nueva familia o cuando cambia de medida de protección, etc.

Es una técnica conocida y empleada habitualmente en el trabajo con niños y niñas en acogimiento (aunque puede ser usado en distintas medidas siempre que sea adaptado a cada caso), preferentemente con edades comprendidas entre los 6 y los 12 años.

El dibujo lo puede realizar el propio adulto o el niño o la niña (si tiene capacidad para hacerlo) siguiendo las indicaciones del adulto o se puede optar por utilizar un modelo.

El flujograma

Consiste en elaborar un diagrama flujo donde se van colocando, en forma de cuadros en cuyo interior se puede escribir, los acontecimientos vitales más significativos del niño o de la niña en el orden temporal en que ocurrieron.

En el gráfico se pueden reflejar tanto los acontecimientos y datos objetivamente importantes (por ejemplo, nacimiento, acogimiento…) como otros que el niño considere importantes desde su punto de vista.

El primer casillero del flujograma debería ser el nacimiento del niño o de la niña y el último el momento presente y el resto de los casilleros intermedios deberán seguir el orden cronológico de su vida.

Obviamente, el número y el tamaño de los cuadros van a depender de los elementos que queramos introducir por lo que el flujograma final podrá ser más grande o más pequeño en función de ello.

El cofre del tesoro

Lo que se pretende es que el niño o la niña “atesore” una colección de recuerdos de su pasado (fotos, objetos, cartas, documentos, juguetes, etc.), de su estancia actual en acogimiento y de su relación con el personal técnico o familia acogedora, siendo el mismo niño o la niña quien va ayudando a completar la colección y a llenar poco a poco el cofre o cualquier caja.

La idea es que, con el tiempo, el cofre del tesoro vaya adquiriendo especial significación para el niño o la niña, llegando a convertirse en un recipiente para sus sentimientos, experiencias y recuerdos, recientes y antiguos.

Esta actividad se puede hacer con niños y niñas de todas las edades. Para adolescentes se pueden introducir variantes como colocar en el interior de la caja escritos y cartas de la familia acogedora o profesional y utilizar el cofre como un buzón de correspondencia.

La técnica está pensada también para que el niño o la niña recuerden el afecto y el cuidado que recibió de la persona referente (profesional o familia acogedora) con la que compartió todos esos momentos. Se trata de afianzar los recuerdos y las relaciones positivas a lo largo del acogimiento, de manera que esta caja y su contenido se conviertan en un símbolo de aspectos valiosos y positivos de sí mismo que el niño o la niña podrá llevarse consigo cuando se vaya del centro o cambie de familia.