La escuela actual es testigo y al mismo tiempo protagonista involuntaria de las consecuencias derivadas de los malos tratos en la infancia. Docentes de todas las etapas educativas presencian en las aulas situaciones de hostilidad, apatía, reactividad emocional desproporcionada, comportamiento impulsivo, dificultades para aceptar los límites y la autoridad. Y es que el trauma infantil no entiende de edades, factores sociales o económicos. Aunque su origen se encuentra casi siempre en las etapas más tempranas del desarrollo infantil, las manifestaciones en el aula y sus repercusiones a nivel personal, académico y social acompañan al niño o la niña más allá del tiempo en el que ocurrieron los malos tratos.